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Y así me fui para mi
amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está
a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el
ciego mandome que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo:
"Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro dél."
Yo, simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la
cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran
calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la
cornada, y díjome: "Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de
saber más que el diablo", y rio mucho la burla. Paresciome que en aquel
instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre
mí: "Verdad dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo
soy, y pensar cómo me sepa valer." Comenzamos nuestro camino y, en muy
pocos días, me mostró jerigonza, y como me viese de buen ingenio, holgábase
mucho, y decía: "Yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos para vivir
muchos te mostraré." Y fue ansí, que, después de Dios, este me dio la vida y, siendo ciego, me alumbró y adestró en la carrera de vivir.
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- Anonimo -
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